Nos podemos imaginar al joven Horacio Vázquez-Rial feliz al ver que sus libros editados en Destino encontraban a sus lectores con facilidad. Lo que distinguía a Ediciones Destino entonces, su principal peculiaridad, es que es la única editorial literaria española (de cierto tamaño) que ha superado un cambio generacional, manteniendo durante todo este tiempo su tradición, su filosofía editorial y sus colecciones.
Sobre Ediciones Destino, y la colección en la que se situaron estos textos, Ancora y Delfin, pueden leer el artículo del profesor Fernando Valls, El País, noviembre de 2004: El largo destino de «Áncora y Delfín» y las necesarias apreciaciones que Andreu Teixidor, en el mismo periódico, le dedica días después.
Eran buenos tiempos para nuestro querido escritor y amigo. Su «Historia del Triste», finalista del Premio Nadal 1986, Ediciones Destino, febrero de 1987, «es una novela perfectamente construida, admirablemente cerrada en sí, extrañamente emocionante. La historia de dos asesinos a sueldo en la Argentina del terror reciente. Sin heroísmo final, sin jugar sucio con el lector. Desconcertante en grado justo, como si la literatura pidiera su lugar ante la evidencia de un testimonio que completa como tal ese infierno que ya conocíamos.» en palabras de Luis Suñén, El País. Sin duda es un libro importante. Maravilloso, brutal, cuestionador, en la que se revela lo tenebroso de lo cotidiano.
Luego vino «La libertad de Italia», Ediciones Destino, octubre de 1987, en la que el autor, en palabras de Pedro Sorela para El País, novela el intento de libertad de un activista. «Si escribiera de España me ocuparía de ETA», dijo Horacio en Madrid cuando presentó su novela: «La Historia la escriben siempre los otros, los que no optan ni por la fuga ni por la muerte, sino por contemplar el espectáculo desde la platea». El libro cuenta con un postfacio de Juan Luis Cebrián que intenta, según el autor de la novela, sortear las manipulaciones políticas a que se puede prestar el argumento: Pero sólo llegan a la meta, escribe Cebrián, «los que aprenden a tiempo que la libertad es una pasión personal e intransferible, no ubicada allende los océanos, sino en un tímido rincón de nuestras vísceras».
Y por último, «Territorios vigilados«, Ediciones Destino, marzo de 1988, que supone la parte final de ésta trilogía. Una reflexión de Horacio sobre distintos momentos de la historia reciente de Argentina. Juan José Millás, en la presentación de la novela en Madrid, destacó la capacidad de Horacio »para comunicar con todos los lectores sin renunciar a las claves tradicionales de su obra, que incluyen su gran capacidad de asimilación de las grandes líneas de la novelística europea. A pesar de que su sustento es político, la novela, gracias a la honestidad intelectual y literaria de Vázquez Rial, no es una novela de izquierdas o de derechas, sino un libro en el que la ambigüedad moral es consecuencia de la propia historia que se describe». La novela presenta varias novedades en la estructura narrativa de nuestro autor. La principal de ellas es la riqueza de personajes que presenta. Personajes, según Millás de nuevo, «tratados con la soltura exigible para que sus evoluciones resulten materia de literatura y no de otra cosa. Y como buen texto, aparece ante el lector como una metáfora del mundo».
¿Cuál es el problema? El problema es que a día de hoy estos libros importantes se encuentras descatalogados. La edición, que se ocupaba de la literatura como cultura humana más que como mercancía, se convierte en la década de los ochenta y con fondos públicos para la reconversión, en industria editorial. Ensaladas de interses que con los años, han dejado por el camino obras y trabajos importantes para la narrativa en español… a Horacio Vázquez-Rial entre ellos.